lunes, 31 de enero de 2011

"Carscape"

y hablando de obsolescencias programadas, la religión del automóvil, la sostenibilidad de nuestro mundo tal como lo conocemos, inputs de aquí y de allí, me he topado con este libro maravilloso de Peter Blake, lleno de imágenes sugerentes de los años '60 en Estados Unidos de América, años de desarrollismo y American Dream. Algunos ya comenzaban a levantar voces disidentes contra ese modelo, viendo que a largo plazo conduciría a la ruina, intelectuales como Lewis Mumford o Peter Blake. Han pasado 40 años, el beatnik, la "imaginación al poder", la caída del muro, la revolución de los claveles... y poca cosa ha cambiado en el modelo capitalista.



Parece que con esta crisis actual sí que estamos ante la posibilidad cierta de un cambio de paradigma. A ver si es cierto... pero da la sensación que hay poderosas fuerzas que pretenden que algo (cosmético) cambie, para que todo siga igual (Lampedusa dixit).

Foto: imagen de Detroit, de Elliot Erwitt, tomada del libro "God's own junkyard", Peter Blake, 1963. 

domingo, 23 de enero de 2011

La religión del automóvil

Siguiendo otro poco con la relectura de textos de Lewis Mumford, continúo con la transcripción de algunos párrafos escogidos de entre su vasta obra, que me parecen particularmente interesantes y de plena actualidad, a pesar de los casi cincuenta años transcurridos desde su primera publicación, allá por los años '50 y '60. En este caso se trata de su libro "La carretera y la ciudad" (The highway and the city), de 1963, donde reflexiona acerca de los problemas que se están generando en las ciudades y el paisaje norteamericanos por la falta de un planeamiento adecuado -pensado sobre las necesidades del hombre- sumado a la pasión explosiva de la sociedad de consumo por los automóviles.
Los textos están tomados de la edición castellana "Textos escogidos" de Ediciones Godot comentada en la entrada de este blog del 29 de diciembre pasado.

La carretera y la ciudad
"Para la mayor parte de los norteamericanos el progreso significa aceptar lo que es nuevo porque es nuevo, y descartar lo que es viejo porque es viejo. Esto puede ser bueno para una rápida evolución en los negocios, pero es malo para la continuidad y estabilidad en la vida. El progreso, en un sentido orgánico, debiera ser acumulativo, y aun cuando una cierta cantidad de limpieza de cosas inútiles es siempre necesaria, perdemos parte de los beneficios ofrecidos por una nueva invención si descartamos, de manera automática, todo el valor que aún tienen las invenciones que la precedieron. 
[...] Tal vez nuestra época para el futuro historiador sea conocida como la época del 'bulldozer' y del exterminador; y en muchas partes del país la construcción de una carretera tiene el mismo resultado sobre la vegetación y las estructuras humanas como el pasaje de un tornado o la explosión de una bomba atómica. 
[...] El error fatal que hemos estado cometiendo es sacrificar toda otra forma de transporte al automóvil privado [...] Pero el hecho es que cada tipo de vehículo tiene su uso especial; y una buena práctica transportista debe buscar mejorar cada tipo para sacarle el mejor provecho. Esto no puede lograrse teniendo como finalidad única la velocidad o la afluencia continua. 
[...] No puede haber un planeamiento acertado en ninguna parte hasta que hayamos comprendido la necesidad de establecer normas o límites ideales para la densidad de la población. [...] Nuestra política de carreteras lleva a un máximo de congestión del centro y expande el área de dispersión suburbana, lo que podría llamarse el 'desborde metropolitano'. 
[...] En nuestra fascinación por el automóvil hemos olvidado cuanto más eficiente y más flexible es el peatón. [...] Pero la idea de que los automóviles privados pueden sustituir al transporte en masa debería ser fomentada sólo por aquellos que desean ver desaparecer la ciudad misma, y con ella la compleja, multifacética civilización que la ciudad hace posible.
No hay una solución de ingeniería puramente local para resolver el problema del transporte en nuestra época: no es posible hacer nada que sea una solución estable si no se tienen en cuenta todos los elementos necesarios de transporte: automóviles privados, ferrocarriles, aeroplanos y helicópteros, servicios de transporte en masa eléctricos y por ómnibus, hasta 'ferryboats' y , finalmente, no el menor de todos, el peatón. Para lograr el patrón total necesario no sólo debe haber un planeamiento efectivo de la ciudad y de la región, antes de que las nuevas rutas o servicios se planifiquen; también necesitamos -y cuanto antes mejor- un sistema adecuado de gobierno urbano federado en una escala regional. 
[...] Una ciudad existe, no por el constante pasar de los automóviles, sino por la preocupación y el trabajo de los hombres."

Foto: imagen de Detroit, de Elliot Erwitt, tomada del libro "God's own junkyard", Peter Blake, 1963. 

domingo, 2 de enero de 2011

Textos escogidos (de Lewis Mumford) que no pierden actualidad

Siguiendo con la relectura de textos del sociólogo urbanista Lewis Mumford comentada  el 29 de diciembre pasado, transcribo a continuación algunos párrafos escogidos (con ligeras alteraciones de orden) de su artículo sobre "el hombre posthistórico", extraído a su vez de su libro "Las transformaciones del hombre", de 1956. Los textos están tomados de la edición castellana "Textos escogidos" de Ediciones Godot comentada en dicha entrada.

"El hombre moderno se ha despersonalizado tan efectivamente que ya no es lo bastante hombre como para hacer frente resueltamente a sus máquinas. El hombre primitivo, contando con las facultades mágicas, confía en su capacidad para dominar las fuerzas naturales y aplacarlas. El hombre posthistórico, respaldado por todos los poderosos recursos de la ciencia, tiene tan poca confianza que si el precio de la supervivencia es detener la maquinaria o aún disminuir su poder, de antemano consiente en que lo reemplacen, en que lo extingan a él. Al tomar el saber científico y los inventos técnicos como absolutos, ha convertido el poder material en impotencia humana: preferiría el suicidio universal mediante la aceleración del proceso de los descubrimientos científicos a la conservación de la raza humana mediante su retardo." (pág. 154)
[...]
"Si no es posible una salida creadora, el hombre está de tal manera constituido que se complacerá en la creación negativa, esto es, la destrucción." (pág. 156)
[...]
"En ese cambio a un mundo dirigido únicamente por la inteligencia para la explotación del poder, todos los esfuerzos del hombre posthistórico tienden a la uniformidad (pág. 145)
 [...]
"A la larga, como empiezan ya a sospecharlo algunas grandes empresas colectivas, tales organizaciones uniformes dejan de producir el tipo de mente capaz de dirigirlas, puesto que los conformistas y rutinarios intimidados son incapaces de tomar la decisión creadora que originariamente fundó la organización"  (pág. 148)
[...]
"Al cabo de dos siglos de inventos y organización mecánica ya se han creado organizaciones que funcionan automáticamente con una mínima intervención humana activa. En lugar de actuar como fuerza conductora el indispensable caudillo, como en el ordenamiento original de la civilización, este sistema automático funciona mejor con gentes anónimas, sin méritos singulares, que de hecho son piezas intercambiables y movibles: técnicos y burócratas, expertos en su propio terreno estrecho pero tontos  incompetentes en las artes de la vida, las cuales exigen precisamente las aptitudes que ellos han suprimido cuidadosamente." (pág. 156)
[...]
"En lugar de considerar el trabajo como un medio valioso para moldear una personalidad más individualizada, el hombre posthistórico busca más bien despersonalizar al trabajador, condicionándolo y ajustándolo de modo que encaje en los procesos impersonales de producción y administración. La sumisión totalitaria surge en realidad de la máquina, en todos sus aspectos: el agente uniformado impone una respuesta uniformada. Y esto no se limita a los estados oficialmente totalitarios." (pág. 149)
[...]
"Si el fin de la historia humana fuera un tipo uniforme de hombre que se reprodujera en escala uniforme, dentro de un contorno uniforme, mantenido a una temperatura, presión o humedad uniformes, que viviera una existencia uniformemente muerta, con sus necesidades físicas uniformes satisfechas por productos uniformes, y si todas las rebeldías interiores se aplacaran mediante hipnóticos y sedantes, o mediante extirpaciones quirúrgicas, si fuera una criatura bajo presión mecánica constante, desde la incubadora hasta el horno de cremación, desaparecerían la mayor parte de los problemas de desenvolvimiento humano. Quedaría entonces un solo problema : ¿por qué se molestaría alguien, siquiera una máquina, en mantener viva a esa clase de criatura?". (pág. 147)