martes, 6 de diciembre de 2011

Ciutat Vella: parque temático [II]

Las Ramblas soñadas... (pintura de Ernest Descals Pujol)
Retomo la temática de banalización de la Ciutat Vella de Barcelona, tema especialmente sensible en estos días de compras navideñas, en que la masificación no viene ya de turistas de fuera, sino de los propios barceloneses de otros barrios que se desplazan al casco antiguo a comprar o pasear, poniendo a prueba la capacidad de resistencia de la zona (y los habitantes) a una tremenda presión demográfica. Como sufrido habitante, yo concretamente prefiero escapar del barrio a pasear a otras zonas, o aislarme en casa rodeado de libros y música.Y leyendo entre otras cosas un libro de Josep María Montaner y Zaida Muxí (críticos de arquitectura y catedráticos en la ETSAB-UPC, con columnas regulares en La Vanguardia y El País), encontré un artículo totalmente pertinente que creo interesante colgar aquí (y que está también en el blog de "Tornem a la Rambla" del que hablaba en la entrada anterior).

¿Hay gente que vive en un centro comercial?

Si el turismo constituye uno de los fenómenos más emblemáticos de la globalización neoliberal, en el caso de Barcelona es sumamente crucial en la medida en que la ciudad ha hecho la apuesta, arriesgada y poco responsable, por el monocultivo del turismo y todas las servidumbres que ello conlleva. (...)

Ambos procesos, museificación (o embalsamamiento) y tematización (o simplificación), están relacionados con la dependencia plena del turismo de masas; en Barcelona se producen los dos a la vez. Por una parte la museificación, al haber entregado su parte histórica, el llamado barrio gótico, a un progresivo embalsamamiento; por otra la tematización, convertirse en la ciudad del modernismo al precio de haber borrado su memoria industrial y obrera, esa memoria que tanto disgustaba a los noucentistes y sigue disgustando a muchos de los políticos e intelectuales tardo noucentistes. [...]

La tematización en Barcelona tiene potentes focos alrededor del Camp Nou, lugar de juego del mítico Futbol Club Barcelona; en torno a la Sagrada Familia, última oportunidad mundial de asistir a la construcción tardía de una catedral; en el Parc Güell, que sufre el exceso, abuso y vandalismo del aluvión de visitas turísticas; a lo largo de las Ramblas, cuyos negocios y restaurantes son de autenticidad dudosa, y donde predominan las redes internacionales y no locales; y, en verano, las playas, que sufren un gran desgaste, cada vez tienen más superficie privatizada y dedicada al negocio, y cada día terminan hechas un basural. Todos son escenarios urbanos entregados a la lógica del kitsch, que, como definió el novelista Milan Kundera, comporta la aceptación acrítica de los hechos y de las formas: “El kitsch elimina de su punto de vista lo que en la existencia humana es esencialmente aceptable”.
La Rambla nuestra de cada día...

No es casual que los turistas estadounidenses que visitan el barrio gótico de Barcelona pregunten recurrentemente ¿cuándo se cierra? No pueden entender que en aquel recinto museificado y tematizado, dedicado de lleno al turismo y su comercio, que va de Plaça Catalunya al puerto y del Museo Picasso y la Via Laietana a las Ramblas, haya personas que vivan allí cuando los grandes almacenes, las tiendas y los museos cierran. Al haber identificado el entorno urbano unitario, acotado y tematizado, les parece incomprensible que no se cierre por la noche, como sucede en un parque de atracciones o un centro comercial. En la medida en que el espacio del turismo es un espacio de ocio y consumo, al turista le sorprende que el centro histórico sea, además, un lugar para vivir. ¿Hay gente que vive en un centro comercial?, se preguntan incrédulos.



Extraído de Josep Maria MONTANER + Zaida MUXÍ, "Arquitectura y política. Ensayos para mundosalternativos", editorial Gustavo Gili, Barcelona 2011.