lunes, 4 de junio de 2007

El miedo global: hacia un urbanismo del control

Posteo esta interesante entrevista realizada por Josep Saurí para "La Vanguardia", en la que se habla sobre los nuevos condicionantes del urbanismo, que se están dando sobre todo en Estados Unidos a partir de miedos nuevos y antiguos exacerbados por las autoridades de turno.

Entrevista a
Stephen GRAHAM, urbanista

NACIDO EN NEWCASTLE (REINO UNIDO), EN 1965.
PROFESOR DE GEOGRAFÍA HUMANA EN LA UNIVERSIDAD DE DURHAM, ESPECIALISTA EN LA RELACIÓN ENTRE LA TECNOLOGÍA Y LAS CIUDADES.
DIRECTOR DE LAS JORNADAS 'ARQUITECTURES DE LA POR: EL TERRORISME I EL FUTUR DE L'URBANISME OCCIDENTAL' EN EL CENTRE DE CULTURA CONTEMPORANIA DE BARCELONA (CCCB).


--¿Las ciudades se están rediseñando a la defensiva?
--En general sí, hay una tendencia a la obsesión por la seguridad, pero no en el mismo grado en todas partes. Lo que sí crece en todo el mundo es la vigilancia electrónica.

--¿Cómo afectaron los atentados a las ciudades atacadas?
--De modo muy diverso. En EEUU, sobre todo, el clima de guerra tras el 11-S ha favorecido el desarrollo de una arquitectura y un urbanismo de control.

--¿En qué consisten?
--Se intenta evitar ataques con coche bomba, por ejemplo, estableciendo una distancia mínima entre las calzadas y los edificios, y con mobiliario urbano --bancos, pivotes-- visualmente atractivo, pero que en realidad se ha concebido como barrera. Se desarrollan materiales a prueba de explosión. Se cortan calles al tráfico. Proliferan las cámaras de vigilancia, los detectores de metales y la presencia militar en las calles. Además, se debate sobre la necesidad de desplazar los edificios estratégicos a las afueras para que sean menos vulnerables.

--¿Y aquí?
--En España eso no pasa, porque hay una gran cultura de uso del espacio público. Además, la sociedad española tiene una larga experiencia frente al terrorismo y no vio un motivo de grandes cambios en el 11-M.

--¿Es posible proteger totalmente una ciudad?
--No. Para un terrorista, todo lo que hay en la ciudad, cualquier cosa, es un posible objetivo. En los ataques han usado las propias infraestructuras ciudadanas, los aviones, los trenes. Obsesionarse con la seguridad sirve de poco. El único modo de evitar atentados es con el trabajo de los servicios secretos. Y con políticas exteriores responsables, que hagan disminuir las injusticias y los agravios.

--Si se pudiera diseñar una ciudad en la que se eliminara todo riesgo de atentados...
--Dejaría de ser una ciudad. En EEUU, muchas empresas empiezan a tener problemas para reclutar ejecutivos porque la gente está harta de las trabas por motivos de seguridad al viajar. Las ciudades y la globalización necesitan conexiones, flujos, mezclas, para funcionar.

--En cualquier caso, la preocupación en Occidente por la seguridad es anterior al 2001.
--Hay miedo a la vida urbana en general, no solo al terrorismo. No es nuevo que se expulse del centro de las ciudades todo lo que incomoda, como los excluidos sociales y los críticos con el sistema. Tampoco lo es privatizar espacios públicos, ni crear barrios privilegiados, aislados y ultraprotegidos, que no solo ofrecen seguridad, sino un estilo de vida --4x4, jardines verdes y cerrados y centros comerciales-- y un cierto estatus. El terrorismo solo acentúa y acelera estos procesos, sobre todo en EEUU.

--¿Y a dónde llevan?
-- A tener menos espacios abiertos y a penalizar actividades antes habituales en ellos, como la difusión de propaganda política, la mendicidad, formas de ocio como el monopatín... Se trata de limitar el papel del espacio público al tránsito, que se use solo para ir y venir.

--Y comprar.
--Sí, la seguridad también es a menudo una excusa para transformar calles, explanadas, plazas y parques en centros de consumo. En Alemania, el Deustche Bank reconvierte grandes espacios públicos. Y el aeropuerto de Heathrow es hoy el quinto centro comercial más importante del Reino Unido.

--Entonces, ¿las ciudades del futuro estarán bajo un férreo control?
--Imposible. Las ciudades no se pueden controlar. La energía y la complejidad de la vida urbana son demasiado fuertes para que la obsesión por la seguridad las ahogue. Pero hay que proteger sus valores, defender con medidas legales y políticas el carácter abierto y plural de las ciudades.

--¿Quién va a hacerlo?
--Los propios ciudadanos, e incluso algún aliado un poco extraño, como el capital global. Necesita el movimiento de las ciudades porque incentiva el consumo.

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