lunes, 12 de marzo de 2007

Disquisiciones a partir de una entrevista a Renzo Piano...


El domingo salía un reportaje a Renzo Piano en el suplemento de cultura de El País, interesante, y realmente reconfortante. Aunque se nota que es un extracto de un reportaje más amplio, lo reconfortante, desde mi punto de vista, estriba en su visión de la arquitectura post-traumática del 11 de septiembre, que más de uno intenta encerrar en la visión reduccionista de "La Seguridad" -así, con mayúsculas- que de un tiempo a esta parte lo está invadiendo todo, levantando barricadas y llenando nuestras ciudades de cámaras... Cómo dice el entrevistado: "la arquitectura de una ciudad representa su realidad", y hoy x hoy, tristemente, esas cámaras que todo lo invaden nos representan, esos guardias de seguridad privados que han surgido como setas después de la lluvia -en el super, en la farmacia, en todos lados!-, son nuestro Gran Hermano cotidiano, alejado de la telerealidad basura, pero muy cercano al Big Brother invisible, real, temible, que pintó Orwell en "1984". Cada día estamos más controlados, y parece que eso nos gusta... nos hace sentir más seguros. La vuelta al vientre materno. Pero mamá ya no está aquí, solo es papá Estado del Bienestar disfrazado de abuelita... En fin, esto es material para otro blog, otro día.
Transcribo lo que creo más suculento de la entrevista:

P. En un momento histórico en el que la seguridad es un tema central, ¿la arquitectura puede representar una sociedad abierta y democrática?
R. De hecho, la arquitectura representa una sociedad. La arquitectura de una casa representa al dueño. La de una ciudad representa, y tal vez celebra, su realidad. Yo creo que la arquitectura tiene que representar la transparencia más que la opacidad. Es una convicción que hemos aplicado en primer lugar a edificios que tendrían que ser símbolos de transparencia como la sede de un diario (...). La arquitectura es un arte que tiene que tener la presunción un poco loca de cambiar el mundo, de crear lugares físicos que son los de la ciudad. Hay que crear edificios que no estén encerrados en sí mismos, sino que se comuniquen con la gente. La noción de pertenencia es muy importante para la arquitectura, en particular cuando el edificio es público.


P. Usted dijo que cada edificio cuenta una historia, ¿en qué sentido?
R. No es verdad que la arquitectura sea un arte sólo técnico, aunque me gusta que haya una fuerte capacidad técnica. Fundamentalmente es un arte expresivo. Construirse un refugio es una actividad paralela a la de celebrar o representar su propia identidad. Por esto me interesó construir en Nueva Caledonia. Siempre hay en la construcción un deseo de representarse, a través de símbolos o a través del uso del espacio. Todas estas cosas representan y entonces cuentan una historia.


P. Se cumplen los 30 años de la inauguración del Centro Pompidou, el proyecto que en cierta medida revolucionó el papel del museo en la ciudad. ¿Hay el mismo compromiso revolucionario en la construcción hoy de estructuras parecidas?
R. Yo trato de comprometerme cada vez. Beaubourg vino justo cuando tenía que venir. El 68 fue un momento liberador, en particular para la cultura francesa. El concurso se hizo en el 71, solamente tres años después. En aquellos años, el museo se tenía que transformar, porque era un lugar viejo, visitado sólo por expertos. Tenía que ser un lugar abierto a todo el mundo. Esta idea estaba presente en el programa de Beaubourg. Pero nosotros estábamos locos, y llevamos el programa al extremo e hicimos una máquina urbana. Profanamos el mundo perfecto del arte y de los artistas e hicimos un caos, donde la gente se pudiera encontrar feliz. Esta profanación pertenecía a la lógica del momento. Beaubourg simplemente aceleró lo que tenía que ocurrir. Por esta razón la arquitectura es un arte extraordinario, puede interpretar un momento y acelerar un cambio. Cada vez cambia, y tú eres un poco como un Robinson Crusoe, que parte y cada día llega a un lugar distinto, y de vez en cuando se tiene que preguntar por qué, y si encuentra una respuesta, entonces sigue. Es una tensión utópica. Una utopía del realismo.

Nota completa: El País, 10.03.2007
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Solo/cavernas/resisten/ataques/elpepucul/20070311elpepicul_1/Tes

5 comentarios:

Tania dijo...

James Hillman, un psicoanalista post-junguiano reflexiona con lentes de psicología urbana basándose en la teoría del anima mundi - o el alma del mundo- a través de la arquitectura, el urbanismo, la estética, etc.. dice que los edificios son un reflejo de lo que somos... y no es muy optimista al respecto O_O

Adrián Mallol i Moretti dijo...

Me he puesto a buscar qué ha hecho el tal James Hillman qué mencionas, en Wikipedia, y lo encuentro sumamente interesante. Me recomiendas algún libro suyo, Tania? Gracias por el dato.

Tania dijo...

yo sólo he leído 2: el mito del análisis (si quieres te lo presto con V de Vuelta) pero aquí puedes ver sus publicaciones.

Belnu dijo...

Una pregunta impertinente y extemporánea: con el exceso de construcción que nos está dejando sin paisaje, sin mundo, tirando abajo la historia, contaminándolo todo de ruido y polvo y degradando ciudades y pueblos en todo el planeta, ¿no deberían los arquitectos serios replegarse y dedicarse sólo a restaurar, reformar, consolidar lo valioso y negarse a llenar el espacio que queda con la arrogancia de que lo suyo será mejor?

Adrián Mallol i Moretti dijo...

Mmm, complicada respuesta... hay un problema, propio del capitalismo y de la ley de oferta y demanda: "si yo no lo hago (un determinado edificio), lo hará otro por mí". Y luego está el tema del orgullo profesional: si yo estoy convencido de que trato de dar lo mejor de mí, ¿por qué no aceptar el reto? Y aún más: en esta profesión tu no puedes elegir lo que te llega a la mesa de trabajo, es el trabajo el que te elige a tí... Muy complicado.