sábado, 20 de noviembre de 2010

Tiempo de elecciones...

Llevamos una semanita de propaganda electoral en Cataluña y ya empieza a ser indigerible, sobre todo determinados personajes "valientes" que ningunean a la inmigración (la interior y la exterior) u otros que se ofrecen como "solucionadores" sin decir en ningún momento cómo piensan hacerlo, mientras planean sentadas sobre una gaviota derribando "ilegales"...
La falta de propuestas es año tras año más alarmante, apuntando solo a la parte "emocional" del elector, sin que tanto publicista avispado llegue a notar que el votante esta emocionalmente harto de manosantas y milagreros que prometen y prometen, olvidando que cuando han sido gobierno han hecho bastante poco o nada.... o incluso renegando de su etapa en el gobierno. Y esto va por todos. Uno los escucha y parece que ninguno haya ocupado nunca el Palau de la Generalitat o la Moncloa... como si la cosa no fuera con ellos. En fin.
Y una vez más el tema independentismo sale a la palestra como arma pescavotos. Pues no soy yo quién vaya a opinar sobre tema tan delicado por este medio, pero me ha parecido sumamente pertinente esta columna de Joan Barril publicada en El Periódico de Catalunya el 10 de septiembre 2007, con motivo de la Diada nacional.

El día de la rabia
Joan BARRIL
El día de mañana fue durante unos años el día de la reivindicación. Algunos heroicos ciudadanos lanzaban unas cuantas octavillas y se perdían en la noche antes que la torpe policía política del franquismo les detuviera. Después vino la euforia democrática y, ante una estatua conmemorativa, se escuchaban aplausos para todos.
Pero desde hace unos años el Onze de Setembre es el día de la rabia. Legítima si ustedes quieren, pero rabia al fin. El 11 de septiembre es una jornada de afirmación sobre la negación. A ello contribuyen las torpezas gubernamentales, la catalanofobia ambiental y hasta la Federación Española de Fútbol. Cualquier cosa sirve para dejar que se instale la idea de que mejor solos que mal acompañados. Lo que no está tan claro es que por el hecho de estar solos las cosas fueran a mejor.
A mí no me preocupa el independentismo. Me sentiría también a gusto en una Catalunya independiente que no fuera totalitaria. El independentismo, hoy, ni siquiera es una ideología. El independentismo es la pulsión lógica de aquellos que se sienten nacionalmente maltratados. Y yo, la verdad, no es que considere que España me haya tratado muy bien, ni como contribuyente ni como hablante ni como ciudadano. Pero tampoco me gusta esa convicción tan extendida de que Catalunya es cojonuda y los gobiernos españoles son unos catalanicidas. Gente buena la hay en todo el mundo.Y me sabe mal esa tendencia de los independentistas a crear inquina contra el conjunto de la sociedad española sin destacar a los cómplices catalanes de la actual situación. El independentismo es la enfermedad infantil de una incapacidad: la de crear poderes económicos, culturales y asociativos potentes que irradien su influencia sobre España y sobre el mundo. Mañana será el día de la rabia y se nos dirá a los ciudadanos sin recursos que odiemos a todo aquello que representa España. Pero no se nos dirá que una buena parte de la humillación permanente viene de poderes económicos catalanes que hace tiempo que han renunciado a su papel de liderazgo nacional. Mientras los independentistas exijan más a un ciudadano que a los directivos de la Caixa, es señal que hay más táctica que estrategia.

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