Roberto SEGRE |
Quiero dejar mi sentido homenaje a este gran arquitecto argentino en las mejores palabras que he encontrado hoy de todas las que pululan en la red en su memoria, las del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas "Mario J. Buschiazzo", de la FADU·UBA, y en unas fotos mías de una de sus obras tempranas, magnífica, y de las menos conocida: el Centro cívico de Santa Rosa, en La Pampa, de 1955.
Clorindo Testa es sinónimo de arquitectura argentina. O mejor dicho, de la arquitectura que desearíamos tener: original, cambiante y desacartonada. Testa inventaba desde y en el dibujo y la pintura, desde los colores y sobre todo desde una permanente experimentación. Mucho antes que los libros, nos enseño de la relevancia del proceso por sobre el resultado. Pero su persona –y no el personaje- iba mucho más allá del Centro Cívico de la Pampa, del Banco de Londres, de la Biblioteca Nacional, del Centro Cultural Recoleta o de la rehabilitación del edificio de la Universidad di Tella, nombrando solo algunas de sus muchísimas obras. Tenía sentido del humor, era amable, atendía los llamados de todos -desde el estudiante que iniciaba hasta los maestros arquitectos consagrados por los libros- proyectó con muchísimos socios y siempre estaba disponible. Su partida es un poco triste porque con él se cierra una etapa heroica de la arquitectura argentina, la de las controversias Testa vs. Álvarez, la de la búsqueda de lo que no estaba antes, la de los combates por una nueva arquitectura… En cierto modo, la arquitectura de Clorindo Testa es lo que nos gustaría tener como referencia, aunque fue más la excepción que la norma al igual que él mismo -un tipo excepcional que siempre iba un paso más allá de todo y de todos- porque era un grande que hizo cosas grandes pero nunca “se la creyó”.
Centro cívico de Santa Rosa, La Pampa, Argentina
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