
No está cambiando nada
Juli CAPELLA
Lo triste de esta cruel –para muchos, no todos– crisis, es que no va a servir para nada. Aunque en su día todos nos llenamos la boca, y algunos, varios libros, con las bondades y oportunidades de atravesar una crisis, todo se está demostrando falaz. Poco a poco todo vuelve a la normalidad, es decir a la subnormalidad. El mismo escenario, con los mismos actores, decorados y focos. Pero todos un poco más pobres. La explicación es muy sencilla. ¿Quién se ha encargado de dar soluciones a la crisis? Los mismos que la crearon forrándose sin escrúpulos. Es decir, las instituciones financieras y bancos. Es como pedirle a un pirómano que apague fuegos. Se va a poner las botas.
Nuestros políticos no han hecho nada. Bueno, sí: primero negarlo, luego pedirnos paciencia. Y, finalmente, subvencionar el déficit de los bancos ipso facto, y ayudar a las empresas de automoción para que les compremos otro coche, aunque no lo necesitemos.
¿Por qué no han actuado los políticos? Porque ellos nunca han mandado, simulan que dirigen el país, pero es notorio, y en épocas como esta resulta diáfano, que el cotarro siempre estará controlado por el capital. Una de sus habilidades ha sido hacernos creer que, con la democracia, el poder residía en la gente a través de sus representantes. Tan solo una fabulosa estratagema de distracción.
Por eso pienso que la única enseñanza real que se puede sacar de esta crisis será la personal.
Sin embargo, es posible modificar formas de actuar en el ámbito local, en el barrio, en tu propio trabajo y casa. También organizarse en movimientos sectoriales, trabajar por causas concretas. Ante la imposibilidad de influir a través del voto, está internet, la calle y, sobre todo, el cerebro de cada uno. De momento, ahí no puede entrar nadie a mandarte. Tú decides si cambias. La toma de conciencia del montaje. Despertar ante una sociedad corrupta. Otra enseñanza será darse cuenta de que cambiar las estructuras es ardua faena, y que aquí el voto no sirve de gran cosa. Siempre va a parar al mismo cesto, a un Parlamento bastante marioneta.
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